Entro en el aula con todos mis instrumentos de pociones. Me siento en el suelo y apoyo en él el caldero; prendo una llama de color azul, transportable, y la ubico debajo de éste. Luego, paso a meterle los ingredientes (cienpiés, raíces de margarita, jugo de sanguijuela, bazo de rata e higo pelado seco), en momento justo con la cantidad justa.
Cuando se torna de un color verde, tiro dentro la varilla que utilizo para revolver. Esta se encoge, desapareciendo.
Limpio el caldero (la varilla ya no está más ahí; debe de ser más pequeña que un escarbadientes), guardo todo y salgo de allí.